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Página de pequeñas prosas analíticas, opiniones y decires literarios; citas y notas sobre Libros de Poesía, Prosa, Dramaturgia, Ensayo, Filosofía, Arte en general, Misceláneas, Pensamientos, Reflexiones. Moderado por TINTA BUENOS AIRES.

jueves, 22 de marzo de 2012

LA CHAT, de Susana Lamaison



Caligrama de Susana Lamaison

“Hay una gata sola en el Jardín Botánico. Tiene hambre. Tengo que alimentarla porque la gata tendrá muchos gatitos. Los gatitos serán las sonrisas de muchos niños, y los niños felices serán los niños seguros del mañana y el mañana dichoso será posible para este mundo que no advierte hoy que en el Botánico hay una simple gata sola que llora de hambre”.


Éste es el último poema de “Por la rama del paraíso(La Luna Que, 2002).
Las patitas de la gata son las iniciales del nombre y apellido de la autora:  Susana Lamaison.

Susana Lamaison

Calligramme
Se trata de un poema visual en el que las palabras “dibujan” o conforman un personaje, un animal, un paisaje o cualquier objeto imaginable.
El poeta Guillaume Apollinaire frecuentaba este tipo de poemas visuales a principios del siglo XX. La influencia de Apollinaire en la poesía posterior a 1918 supuso la creación de numerosos ejemplos en diversas lenguas y culturas.
El origen del caligrama se remonta a la antigüedad, y se conservan en forma escrita desde el período helenístico.

NOTICIA DE ULTIMO MOMENTO

El señor REGENTE del Colegio Carlos Pellegrini toca la batería:

ALDO GARIBALDI dándole a los parches...

y lo hace en la casa de un escritor, que aquí no vamos anombrar.


El 2012 viene con todo.



EL HOMBRE DEL TRAJE A CUADROS DE DIEZ COLORES que Llegó en la Carroza de los Días Patrios, novela de Carlos Kuraiem


El hombre del traje a cuadros...
El hombre del traje a cuadros...


Quemar a Mister Black, por Ricardo Rubio


Esta novela, El Hombre del Traje a Cuadros de Diez Colores Que Llegó en la Carroza de los Días Patrios, no simula la época que refiere ni los personajes que invoca y utiliza como abrigo estético uno de los primeros sistemas utilizados en literatura: el humor, la suspicacia, la ridiculización del drama, como ya lo fundara Aristófanes en la vieja Siracusa, aunque desde otra vereda ideológica, en la comedia burlesca de alusión.
La idea y la forma de la idea se funden aquí en un abrazo ético y estético, regalando a la posteridad lectora un panorama simbólico de la realidad social argentina de una época oscura.
En oposición, entre las muchas formas que Carlos Kuraiem podría haber elegido para la consumación de esta obra, optó por la ironía, la síntesis y la prosa poética; un sarcasmo solo inocente en apariencia -se me perdone el oximoron-, digo inocente porque la musa derramada a lo largo de los capítulos de la obra, incluso de los diálogos, suaviza una temática de fondo que solo podría hermanarse con lo siniestro, con lo atroz, con lo negro, tal vez por eso el autor dispone que el amo del poder se llame Mister Black y de vez en cuando lo apelen “negro”. Algo semejante había hecho no mucho tiempo atrás Manuel Scorza, el genial poeta y narrador peruano, autor de novelas inexorables como son Redoble por Rancas o Garabombo, el invisible. Scorza utilizó también el modo clásico: la división por capítulos, que por lo general relatan distintas escenas del mismo asunto o muestran acciones de distintos asuntos en virtud de un tema. Tenemos así varios cuadros o capítulos en El hombre del traje a cuadros…, como Los próceres, hermosísima conjetura con un fondo trágico, que es una alegoría o sumatoria de metáforas que podrían nutrir el mejor de los poemas:
Carlos Kuraiem
Carlos Kuraiem

“Parecen reales los hombres que hablan sentados alrededor de una mesa. ¿Qué mano los tramó? En sus labios inmóviles aún resuenan los ecos de sus voces muertas. ¿Qué se dicen? Puedo adivinarlo; hablan del pasado. ¿De qué otra cosa pueden hablar las estatuas?”
o Los cuadros de agasajo, que se realizan en Casa Negra, donde la imaginería se torna inagotable en sucesos y ocurrencias, sustentadas en la aguda picardía de los nombres: Mister Black, Oligarzo, Despotín, Monseñor Papirillo, que aluden al poder, a la regla, a los preceptos; Alto, Mediano y Bajo insinúan posiciones en el escalafón económico y cada uno es tratado según su altura; Plenipotente, Consejero, Eristos, motes que simplifican el texto al recurrir al común conocimiento del lector, quien además puede distenderse en una sonrisa; y otros muchos de menor relevancia que visten el cuerpo de esta obra notable tejida con este estilo tan poco frecuentado en nuestro medio.
Si bien, anunciada desde un principio, no podía estar ausente -como en casi ninguna novela lo está- la personificación del autor, que ahora se manifiesta como personaje: el Solista, músico interrogado por Mister Black, quien lo entrega a juicio y a los Retenedores, y a partir de allí se parodian varios pasajes de tonos más graves, que evocan, en cierto sentido, el monólogo de Segismundo, encerrado en su cárcel de piedra, en La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca, no por su clausura sino por la crueldad del destino.
Por un trecho no podrá distinguirse al autor del escritor:
“Algo así como lo que mueve las hojas de los árboles es lo que me mueve, pensé y partí con las manos llenas de viento y me hice una guitarra de flores con los recuerdos y pulsé los sueños y retomé el camino que nunca había dejado.”
El final, que no es propio sintetizar aquí, es un majestuoso pandemonio al mejor estilo ardiente de Max Frisch en Los incendiarios. Una obra imperdible por su ingenio, única en su registro y en su denuncia.
Carlos Kuraiem prometió continuación, y la merecería.

Ricardo Rubio
Ricardo Rubio

domingo, 18 de marzo de 2012

RE/CUENTO EN KHORASAN, de Amadeo Gravino

Re/cuento en Khorasan, de Amadeo Gravino.

PALABRAS DE SUSANA LAMAISON EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO:


Re/cuento en Khorasan atrapa desde el título. Se trata de una obra poética singular con una estructura diferente. Está conformada por 15 apartados de despareja brevedad, en donde el autor, hábil hombre de teatro, juega con el diálogo entre figuras grandiosas de la literatura y el arte en general.
En esta obra la presencia de la barra inclinada, el guión y la bastardilla resignifican el signo lingüístico, lo enriquecen y permiten que nuestra imaginación vuele estimulada por el incentivo que el autor propone.
“Recuento” significa volver a  relatar, narrar, contar, pero también “recuento” es un inventario, la comprobación del número de personas o cosas que forman un conjunto.
¿Por qué Khorasan? Khorasan, también llamada Jorasan o Jurasan, es una de las 30 provincias de Irán, ubicada en el NE, limítrofe de Turkmenistán y Afganistán, famosa por sus caballos, por sus alfombras y por los cultivos de azafrán. Su nombre significa “donde el sol nace” y he ahí la primera afinidad con el contenido de estos poemas en prosa. En ellos está la luz que es la sabiduría del hombre que se enfrenta con la muerte y le echa una mirada evocadora a su pasado por el que transitan madre, padre, mujeres, amigos, vivencias, lugares, gustos, aficiones. Aparece el hombre en soledad enfrentado a Dios, que camina hacia un final, “sin mina fiel ni madre que lo abrace”.
Khorasan en su larga historia ha conocido múltiples conquistadores: persas, griegos, árabes y turcos, entre otros, y ahí, la segunda razón del título, porque esta obra tiene la magia de las literaturas persa y árabe, de las que aprendimos tanto el arte de narrar como el de aplicar la mirada detenida que toda buena descripción demanda.
Tampoco es casual que Khorasan fuera la ciudad natal de Ferdowsi, autor de Schah-Nameh, uno de los más importantes monumentos de la literatura persa. Había sido conquistada por Mahmoud en 1037 y entregada a su hijo Masoud, por su afición a las letras y por su protección a los poetas. Obviamente desde el enunciado inicial  subyace el culto a las letras y a los poetas, que Amadeo ejerce en su vida y en este espacio del Café Literario “Antonio Aliberti”.
“En este lugar el aire flota, como música, como humo; a veces golpea con puños de tormenta; el aire: libro cargado de presencias.”
El lugar que como él dice es casa de Dios, casa del Sol: “espejo donde el mundo se mira y el pájaro eterno que canta sigue enseñándonos, a pesar de todo, cómo subir al cielo”.
Dice Gravino: “este rincón engendra voces que nos descifran”.
No encuentro que en otras obras de Amadeo sea tan amplia la enunciación directa o indirecta de escritores argentinos y universales, así: Nalé Roxlo, Fernández Moreno, Cortázar, Carriego, Borges, Homero Manzi, y Neruda, César Vallejo, Cervantes, Quevedo, Juan Ramón Jiménez, y Poe, Kafka, Baudelaire, Rimbaud, Hölderlin, Novalis, Georg Trakl, Dylan Thomas, Ray Bardbury, Raymond Chandler.
También de compositores e intérpretes: Bach, Mozart, Haëndel, Malher, Canaro, Gardel, Goyeneche, Louis Amstrong, Charlie Parker, Julio Iglesias, Fabiana Cantilo.
Y de pintores: Rafael, Botticelli, Modigliani, Fra Angelico, Rubens, Tiziano, Degas, Van Gogh, Chagall, Héctor Basaldua. Como de hombres del cine: Chaplin, Fellini.
E igual que en Postales de la Memoria aparecen los productos y las marcas de uso frecuente. Así, el caldo Knorr, el desodorante Rexona, la pomada Cobra, el jabón Odex, y el detergente Cierto, la virulana, y en el orden de las bebidas , la Coca Cola, el Cepita de Uva, el Fernet Branca, la caña Mariposa, y después, el Geniol.
Este Recuento nos habla de la amplitud de conocimientos de Amadeo, de sus gustos literarios y musicales, de sus temáticas, y – aunque no es el propósito de estas palabras – se podría hacer un entrelazado de hilos que unieran a estas figuras, por una u otra razón, por una u otra pasión o problemática y, en medio de esa urdimbre, encontraríamos a  Amadeo hombre, autor y poeta, desenmascarado, desnudo de toda vestidura, real, auténtico, genuino, palpable.
Los grandes personajes se transpolan, circulan, entran y salen de la escena, dialogan, reflexionan, conjeturan, son todos y uno mismo, y son el mismo Gravino que se muestra y que dice a través de otras voces que él ficcionaliza en encuentros desiguales, contradictorios, anacrónicos. Khorasan es Iguazú, Asunción, Buenos Aires, Cañuelas, Montserrat…El lugar donde los seres que son él mismo se cuestionan, plantean sus dudas y buscan su respuesta.
Como en la vidriera de los cambalaches o como en los cristales multicolores de un caleidoscopio aparecen el bandoneón y la cantina, la ginebra y el licor, la plaza, la calesita y el circo, los violines, el lamé y la muselina, los autitos chocadores y las hamacas voladoras, candelabros y latas, el cuaderno y las pinturitas, los caracoles y la arena, jirafas y elefantes, el malvón y la madreselva.
La estructura sintáctica es clarísima, compleja y perfecta. Abundan las oraciones unimembres exclamativas precedidas por interjecciones: ¡oh dulce azucarada! , ¡oh tierna figurita!   El uso de vocativos, siempre en posición inicial: amigos míos, querida mía, querida; la adjetivación múltiple: calles desesperadas, locas, violentas calesitas; recuerdos anaranjados verdes y un uso curioso del sustantivo modificado en forma directa por otro sustantivo, como para ampliar el concepto y embellecerlo aún más: estrellas-prendedores, pechos-confite, estrella-libertad, corazón-manteca, ojos- dulce de leche, manos-palomas, mago-poeta, pétalos-olas.
Toda la obra es sumamente plástica; es plena de imágenes visuales y de personificaciones que aparecen como manifestaciones de deseo de una mente libre y soñadora y de un espíritu inquieto y andariego.
En ocasiones, la adjetivación es sinestésica y muy bella: el silencio verde y caliente del sol y, en otras, es audaz y provocativa: el cielo manso como una vaca azul.
Emplea el verbo con sentido iterativo, a veces: aletean aletean; o en progresión vuelan y suben. Utiliza la polisíndeton en enumeraciones: la ciudad  de piedra y lobo y fuego; de jazmín y lana y rueda.
Hay reminiscencias orientales en este paralelismo: caricias de almíbar y recuerdos de nuez. Y algo de budismo en esta seriación de elementos de la naturaleza: agapantos, jazmines, sauces, juncos, achiras. Es la reserva edénica de la que habla Tallarico en Portales de la Memoria de AG.
Su poética es rica en personificaciones, comparaciones y paralelismos sintácticos, como:

El bar canta como un enjambre y refulge como espejismo.
Con piel de caballitos de mar y de gacelas.

No faltan los contrastes marcados: toro grande  de porcelana bebe del río maripositas de espuma.
Son poemas haiku sus aseveraciones de En Cartagena y podrían resultar así:

Un gorrión canta/ despierta el Universo/en Cartagena.
En Cartagena/el tejedor de alfombras /dibuja el mundo.

Quisiera cerrar esta presentación con la lectura de las palabras de Poe (8, 3, pág.31) y de Dante (11,6, pág.38), por la inmensa belleza de sus descripciones, pero voy a parafrasear a Ferdowsi  para decir de Amadeo Gravino:

بناهاى آباد گردد خراب             “Las edificaciones de la ciudad se deterioran
ز باران و از تابش آفتاب            a causa de la lluvia y la luz del Sol”

پى افكندم از نظم كاخي بلند        “Estoy agradecido a este gran palacio del verso
كه از باد و باران نيابد گزند        ya que no puede ser vencido por el viento ni la lluvia”

نميرم از اين پس كه من زنده‌ام   “Yo no partiré cuando concluya mi vida
كه تخم سخن را پراكنده‌ام           permaneceré en la semilla de la lengua [persa].” 


Susana Lamaison


Un poco de plástica: CUBIERTOS POLÍTICOS

Arte y ser en el mundo: ideologías en un cajón
por Miguel Ángel Rodríguez


Mónica Caputo, artista plástica y poeta.




La obra de Mónica Caputo escapa a toda interpretación ingenua. Sus cubiertos alborotados, en compartimientos estancos de cajón, no constituyen una imagen simple (ni muchos menos desideologizada). Estos instrumentos culinarios, y sus entornos contenedores, conforman alegoría precisa sobre nuevos y contemporáneos mundos de disonancia y descrédito.



Cubiertos políticos

En sus construcciones equilibradas, la vida de tenedores y cucharas nos permite observar y comprender las rencillas rústicas que pueblan los días corrientes.  Discusiones que no cuestionan el status quo, e inflexiones en el diálogo garantizan la supervivencia del cajón. Se conforma un dibujo fuerte, bien estructurado, que sindica nuestro destino de simples instrumentos de cocina.
Nido - Oleo sobre tela - 2001 -1x1

En este punto, Caputo es contundente y clara. Tras pocos atisbos de luz, solo oscuridad se visualiza. El conjunto alegórico troca en acto profético, y una sombría percepción futurista  avanza desde ángulos y rincones.

Ardid - Óleo sobre tela - 2001 - 1x1

Tras abandonar todo acercamiento rápido e ingenuo a las obras, emerge una construcción sutil, finamente comprometida con circunstancias habituales, ordinariamente humanas.



Coartada - Óleo sobre tela - 2001 - 1x1

Las tensiones se vuelven modernas y vibrantes, partidarias de disolver trabas y desarrollar dialécticas. Acto y potencia explotan; sobreviene el llamado a la psique ciudadana. Los horizontes son convocados.

Ta metá ta phisica, o metafísica, si aceptamos la regular traducción al castellano, sería la palabra. Puede resumir el espíritu indeleble de la estética revisada aquí.
Se pretende utopos, antes que cajón; y mil síntesis, que repelen los combates, son ungidas en el óleo profano de maderas y metales.


Sabotaje - Tinta (raspada) - 2001 - 0,90x1,20

HISTORIAS DEL FIN, libro de cuentos de Jorge Bach

ACERCA DE LA RETICENCIA, por Ricardo Rubio

Historias del fin
Toda mujer u hombre, en algún momento de su vida, se hace alguna de las preguntas filosóficas elementales, si se me permite el exceso: algunas de las preguntas ontológicas elementales, aquellas que responderían el porqué y el para qué de todas las cosas, desde el punto de vista humano. Existe una enorme cantidad de libros sagrados, muchos de ellos escritos hace miles de años, en distintas latitudes y en innumerables idiomas, que demuestran que nuestra naturaleza a través de los siglos se ha preocupado por su conciencia de ser. Y acaso esa es la escritura: un intento de comprender, aferrar lo que sucede a través de la descripción de los sucesos, sucintamente y sin mentir: lo que nos sucede, apenas tergiversado.
Según el notable cuentista mexicano Juan Rulfo: “todo escritor que crea, es un mentiroso. La literatura es mentira”, pero luego sigue: “de esa mentira sale una recreación de la realidad. Recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación”.
Estas recreaciones de la realidad, estas Historias del Fin, de Jorge Bach, se ajustan a esa idea, la idea de la referencia de la realidad de un modo novedoso e inspirado, y puedo decir que ha logrado, dentro del espectro literario que conozco, dar también con los preciados caminos que todo autor busca con ardor: una voz particular y un estilo que lo caracterice, es decir, aquello que es lo más difícil de lograr cuando hablamos de arte. Él ha encontrado su propia voz, ha encontrado su cualidad.
Como no es oportuno adelantar en una presentación las tramas de los textos, me ceñiré de un modo general a esa pluma particular que Jorge Bach ha conseguido imprimir a su narrativa, y lo prueba con este, su primer libro editado.
Sería muy difícil hallar un antecedente del discurrir de estos relatos –cosa que es muy natural al momento de analizar una obra, es una obligación académica buscar comparaciones-.
Algunos pasajes, la ceñida síntesis de Historias del fin me sugirieron muy ligeramente una obra: Martedina, del italiano Giusseppe Bonaviri.
Martedina es una nouvelle o pequeña novela, también contemporánea y también muy recomendable, y cuya relación traigo a cita por lo ajustado del discurso que manejan tanto Bach como Bonaviri.
Pero no solo se trata de velocidad o de síntesis, también Mempo Giardinelli tiene en su narrativa muchos pasajes veloces, incluso Borges y Bioy Casares practicaron mayormente la síntesis, pero el modo en que lo hace Jorge Bach, el juego que utiliza para no decir lo que no quiere decir y para advertirnos que allí está lo que no dice, es único en el género.
Biblioteca Popular Manuel Belgrano, en Pinamar
Biblioteca Popular Manuel Belgrano, en Pinamar

No es raro que de este modo nos incluya en sus narraciones, nosotros, sus lectores, debemos estar allí para completar la historia con el oleaje de nuestra psiquis.
Cada cuento tiene de suyo la frescura de este nuevo milenio, frescura que se apoya en la agilidad discursiva y en un vocabulario variado que da forma a la exposición novedosa, que no solo se acomoda al tiempo en que vivimos sino también propone una nueva estética. Tenemos también todo lo que se refiere a los argumentos, donde lo cotidiano se convierte en carga esencial, intrigas que podrían haber sucedido o que pueden suceder; lo atractivo del imponderable, de lo inesperado, el misterio y los sucesos asombrosos, un juego donde las palabras son cómplices del ingenio: lo que en un momento nos parece atrapado por nuestra percepción se nos fuga, desaparece; lo que a cada paso estamos pensando que sucederá, finalmente no sucede o sucede de otro modo; y no utiliza la estrategia del engaño, habitual en los cuentistas tradicionales, no; en Historias del fin hay alusiones, alusiones de asuntos muy objetivos que componen alegorías donde la moraleja no se expresa, pero está allí, a muy pocos pasos.
Jorge Bach
Jorge Bach

El suyo es un estilo que yo llamaría de reticencia: por momentos solo se ve una parte de lo que el personaje ve y solo se sabe lo que el personaje quiere que se conozca, pues no delata sus pensamientos, o bien los delata, pero solo en parte. A veces no es el escritor quien narra, sino un personaje que se revela luego de avanzada la lectura.
En fin, más o menos de este modo aparece este formato narrativo que llamo ahora reticencia.
Consecuentemente, el lector no encontrará lugares comunes ni frases hechas que lo aten a la vaga generalidad ni a la consecuencia obvia. Considero a este último aspecto como muy importante, dado que el lugar común o la frase hecha no es sólo un elemento que se opone al arte sino también el modo de demarcar entre un trabajo literario mediocre y otro de excelencia.
Un lenguaje cuidado, un tono formal y moderno, la novedad en el tejido de las tramas, las estructuras compositivas donde la realidad se cuadricula, gesticula, salta de un paisaje a otro; las frases ingeniosas, la ceñida síntesis son los elementos que se ocupan de generar este estilo que llamo reticente.
Pero también en estas Historias del fin se manifiesta la responsabilidad filantrópica de Jorge Bach en su oficio de escritor, donde la familia ocupa un lugar preponderante, se preocupa de las situaciones de todos los días, de las cosas posibles y de las aparentemente imposibles, y las presenta con este nuevo cariz, con este nuevo estilo.
Y para aquel que valora la entrelínea y la simbología, encontrará muchos tópicos con los que se acentúa el valor ético de estas narraciones.
No estaría de más expresar que Historias del fin cumple con todos los requisitos del lector exigente, habituado a las buenas obras, a las buenas lecturas.

Ricardo Rubio
Ricardo Rubio